viernes, 29 de mayo de 2015

Sobre Noctámbulo, de Teatro Galeón


Por: José Ricardo Alzate
@voypateatro

Autor: Edgar Allan Poe
Dirección y dramaturgia: Alexis Gómez Gómez
Actuación: Alexander Otálvaro, Alexis Gómez, Ángela Martínez, Jhony Vaca, Luisa García, Margarita Hincapié, Sebastián Vélez.
Musicalización: Carlos Andrés Arias, José Otálvaro, Yeison Ospina
Producción: Viviana Salazar Roldán.
Estreno: Noviembre de 2014.


Lo primero que debo decir sobre “Noctámbulo” es que uno puede hacerse una idea de lo que será asistir a una función de teatro ciego, pero nada de lo que uno se imagine estará cerca de lo que se siente.

Acostumbrados a un mundo que privilegia la vista por encima de todos los sentidos y donde el gusto entra por los ojos, perder la visión por cerca de una hora es de entrada una experiencia nueva, estética en este caso, que nos lleva a un estado de vulnerabilidad que de manera voluntaria no buscaríamos experimentar. Ya de entrada, eso asusta.

Lo que quiero decir es que en realidad no se ve nada, ni la punta de la nariz. No te tapan lo ojos, solo te llevan dentro de una sala en una oscuridad absoluta, que yo no recuerdo haber vivido nunca antes, ni atravesando en tren el túnel de Cisneros. Empiezas sintiéndote tan frágil,  luego solo escuchas, percibes, hueles y degustas. Ese miedo inicial se compensa solo con la tranquilidad de saber que ese estado es temporal y es tal vez eso lo que te permite disfrutar de una condición inusual, pero tan natural para muchas otras personas  que en el mundo son invidentes.

Esta obra la presenciamos el 22 de mayo en la sala de Teatro Galeón, en Bello.  “Noctámbulo” parte de una adaptación de varios textos de Edgar Allan Poe. La dramaturgia de su director, Alexis Gómez, reúne en un solo relato cuatro cuentos de este maestro de la literatura del terror: “El Cuervo”, “Gato Negro”, “Los crímenes de la calle Morgue” y “El corazón delator”. Estas historias son articuladas a través de la trama de un juicio, donde el acusado y personaje principal, William Wilson, narra los hechos que lo han llevado ante la justicia.

No vale la pena contarles más sobre lo que trata la obra, eso lo descubrirán al asistir, pero sí cabe decirles que conocer de antemano los cuentos, permite disfrutar más la adaptación que realizaron.  Dramatúrgicamente está muy bien planteada, respetando además la riqueza del lenguaje y la expresividad del autor. Todo el juego de retorica romanticista con el que se narran las historias de suspenso de Poe está presente en una buena parte de los diálogos de sus personajes.

La narración da paso a momentos de representación a través de las voces de los actores, que recuerdan los tiempos de las radionovelas que escuchaban nuestros mayores. Hay un cuidadoso manejo de distancia y de volúmenes que dan diferentes planos y sensaciones de las acciones, activando la imaginación por el misterio de lo que no se ve.

Sucede algo que no pasa en el teatro convencional y es que la obra no está al frente tuyo, sucede por todas partes, te rodea, te da la vuelta varias veces. Te obliga, al no poder ver, a mover tu cuello para orientar tus oídos hacia la dirección de los sonidos, que es donde sucede la acción. Mejor dicho, la obra te envuelve por completo y en la oscuridad te sientes tan solo, que puedes llegar a creer que todo está sucediendo en tu mente, que lo estás es pensando, no oyendo.

Además de los recursos vocales, la ambientación sonora y los efectos de sonido, la obra estimula nuestros otros sentidos, con efectos puntuales y bien logrados, con olores, sensaciones táctiles, temperaturas y hasta nos activan el gusto.  La musicalización de la obra está bien definida y trabajada, complementando muy bien toda la propuesta sonora, además es interpretada en vivo.

Sobre las actuaciones considero que las voces, aunque claras para diferenciar los personajes y situaciones, podrían dar un poco más, llevarnos al clímax del terror, ponernos en situaciones de mayor tensión en la trama. El riesgo de adaptar clásicos extranjeros es ese, que a veces lo dicho por los personajes no parezca muy natural o se sienta forzado alguno que otro diálogo, además que esta es una obra donde no se pueden ver la presencia escénica del actor ni sus acciones,  por eso su voz es todo y cualquier detalle en la entonación salta a la vista, mejor dicho, al oído,

Aclaro que en global hay un buen desempeño en la representación, uno nunca se pierde en la historia, todo el tiempo mantienen la atención del público y el punto en el que está este montaje, solo le resta afinar un par de detalles para perfeccionarse.

Esta obra cumple con su promesa: al cerrar los ojos, se agudizan los demás sentidos. “Noctámbulo” es una sorpresa que no me esperaba, más que una historia es toda una experiencia que pone a trabajar al cien por ciento la mente. Al menos en nuestra región, nadie se había atrevido a asumir riesgos así y creo que el resultado, desde la ausencia del recurso visual, abre posibilidades infinitas de creación para este grupo, que ha encontrado una forma especial de explorar otros lenguajes teatrales.

Luego de verla, admito que fue justa ganadora de la Beca de Creación Teatral del Ministerio de Cultura en 2014, donde fue escogida entre cientos de propuestas de todo el país, incluyendo una mía. Actualmente se preparan para participar en el 4° Encuentro Internacional de Teatro Joven de Mairena del Alcor en Sevilla, España y por eso estarán en temporada de doble función, los viernes y sábados, hasta mediados de junio.

No puedo ser tan olímpico en decir que hay obras que el público tiene que ver, pero dadas las particularidades y lo novedoso de “Noctámbulo”, sería una lástima si se la pierdan, ya que nadie podrá describirles qué se siente, porque de eso se trata esta pieza, de sentir. En el teatro logran ponernos en la privilegiada posición de un invidente, porque aprendemos mucho más de nosotros cuando solo podemos ver con la imaginación.


Sobre el invitado:

Juan Esteban Pabón Rúa fue el elegido por la suerte para acompañarme a esta función de “Noctámbulo”. Tiene 23 años y estudia Ingeniería Geológica en la Universidad Nacional, está reconciliándose con la música y tocando de nuevo el piano, que había dejado hace un tiempo. Hace un par de años, una amiga le transmitió el gusto por el teatro y para él fue un grato descubrimiento. Sobre la obra que vimos, estas fueron sus impresiones:




Humanidad: Tango Queer en la ciudad



Conversamos con Norma Leal, licenciada en música, bailarina, clown y actriz. El tango queer hace parte de su propuesta "Humanidad", una puesta en escena en la que hay danza, teatro y audiovisuales.

domingo, 24 de mayo de 2015

Sobre “La chica que quería ser dios”

Por: José Ricardo Alzate
@voypateatro

Estreno: Agosto 8 año 2000 Autor: Creación colectiva
Actuación: Ángela María Muñoz- Diego Sánchez - Juan David Correa - Jonathan Cadavid - María Isabel García - Juan David Toro - John Fernando Ospina - Estefanía Escudero - Margarita Betancur
Diseño y operación de sonido: Harley Tabares - Daniel Gómez
Composición musical: Javier A. Morales - Ángela María Muñoz - Diego Sánchez - Jaime Chávez
Dirección musical: Ángela María Muñoz
Dirección escénica: Cristóbal Peláez - Jaiver Jurado - Diego Sánchez
Producción, vestuario, escenografía: Matacandelas.


Cristóbal Peláez, director del Teatro Matacandelas, suele decir que ellos han tomado por costumbre eso de revivir muertos en el escenario. De esto también se trata el teatro, de darle cuerpo y voz a personajes que de otra manera no llegaríamos a conocer, es la posibilidad de verlos existir frente a nosotros por el pacto ficcional que se nos ofrece en el escenario, para ejercitar la imaginación como si fuera un músculo.

“La chica que quería ser dios”, que vimos el 15 de mayo de 2015 en la sala del Matacandelas, recoge partes de la vida, obra e influencias de Sylvia Plath, quien tras su suicidio a los 31 años, en 1963, dejara una obra poética que la convertiría en una autora de culto, con la que se identificaría toda una generación de hombres y en especial, de mujeres en los años 70. Sobre Plath no es fácil ni justo hacer un resumen, pero podríamos destacar como detalle que su libro “La campana de cristal” entró a hacer parte del canon literario anglosajón, es decir, que es un libro necesario y de estudio para todo aquel que tenga el inglés como lengua materna.

“La chica que quería ser dios” bebe para su dramaturgia de varias fuentes, datos biográficos y autores, dando una visión clara, más amplia si se quiere, del personaje principal y no exclusivamente sobre su obra poética. Ellos llaman “textualia” a esta selección de textos, que pasan por Baudelaire, Aurelia Schober (madre de Plath), Ted Hughes (esposo de Plath) y Anne Sexton. Hay dramaturgia de Cristóbal Peláez e incluso hay una escena breve que hace alusión directa a “Medea” de Séneca, obra que el grupo montara bajo la dirección del maestro italiano Luigi María Musati, un año después de estrenar “La chica…”

Capítulo aparte del texto y su personaje central merece la música de la obra. Puede uno confundirse un poco al principio, al ver que la actriz que interpreta a Sylvia Plath canta y toca la guitarra eléctrica, pero es que en realidad estamos ante una banda de jazz y blues. La obra pone como recurso narrativo, o como subtexto, a la “Her kind band” de Anne Sexton, un grupo de nueve músicos, quienes desde un bar de los años cincuenta en Boston o Nueva York, hacen de su presentación una representación, es teatro dentro del teatro.

“La chica que quería ser dios” tiene a la música como un personaje más, que cuenta su parte de la historia, redondea las situaciones que proponen los actores, nos entrega otras pistas y significados. No podría decir con seguridad si es un musical con muchas escenas de representación o es una obra teatral con mucha música. Lo claro es que la música nos recibe y nos despide, se convierte en agrupador de la propuesta estética y es en últimas el soporte de los símbolos en la que se mueven los personajes para transmitir la emotividad e intenciones de sus textos.

La actuación de Ángela María Muñoz en el personaje de Sylvia Plath es sencillamente convincente. El manejo preciso del texto y la palabra, en el tono adecuado, es casi que una característica constante en los actores de la obra, cualidad que históricamente se le reconoce al Matacandelas tras más de 35 años de oficio: su buen trato a la palabra.

Pero no solo cuentan con actores versátiles que además de usar bien sus voces tocan bien sus instrumentos; son muy precisos en la iluminación y los efectos sonoros. El buen uso de la iluminación hace que el gesto en los rostros de los actores se vea claro, que el énfasis en los pocos objetos utilizados refuerce su significado como símbolo, al punto que nos logran convencer que un zapato rojo es Sylvia Plath. Y es que todo lo que hay sobre el escenario en una obra significa algo, así solo se trate de un punto de luz. Bueno, puede que alguna bombilla entre a destiempo o que un actor se quede un momento a oscuras, pero no es algo imperdonable cuando en global hay muchos detalles tan bien logrados por los cuales agradecer como espectador.

Me parece importante destacar el método de montaje de una obra como esta, el de la creación colectiva, que es considerado el gran aporte colombiano al teatro contemporáneo. Aunque el método de creación colectiva es más complejo, podríamos resumirlo en la unión del aporte creativo de cada integrante del grupo, donde es el colectivo quien decide qué queda y qué sale durante el proceso de montaje de una pieza, respetando las posturas y posiciones a partir de la argumentación, el trabajo disciplinado y el ensayo constante. Por esto, cuando se aprecia una obra como “La chica que quería ser dios” en su totalidad, puede intuirse que es la unión de muchos fragmentos, como si se pegaran muchas partes diferentes pero con un mismo sentido.

Cosa diferente es una obra que se monta bajo las decisiones de un único director, donde puede percibirse más cohesión en la obra, pero tal vez menos variedad de sentidos, menos diversidad de ideas y lenguajes mezclados.

En una obra así, es el proceso del grupo lo más valioso, no tanto el resultado, pero en el caso de este homenaje a Sylvia Plath, podría aventurarme en afirmar que es un ejemplo de un buen resultado en el uso del método de creación colectiva.

Ya a modo de cierre, creo que sobre “La chica…” y Matacandelas no es sencillo escribir una crítica, primero por lo que representan para nuestro teatro, pero sobre todo porque no hay mucho más que uno pueda decir que esta obra no diga por sí sola en el escenario. Nuestros invitados, además, han hecho unas lecturas muy acertadas, con las que no puedo más que estar de acuerdo, pero serán ustedes quienes juzguen sus opiniones, que dicho sea de paso, dan ganas de invitar a más de una persona a ver la obra para tener conversaciones tan interesantes como la que tuvimos esa noche.

Un detalle más para destacar es la cantidad de espectadores que han acudido a ver la obra, da gusto entrar a una función a sala llena, la vuelve un suceso colectivo que posibilita una mejor disposición de todos, tanto actores como asistentes, ante un suceso que será único e irrepetible. No hay nada más difícil de disfrutar que una obra con tres gatos en las butacas, sobre todo cuando eres uno de ellos. Los actores hacemos función con uno o con cien, estamos acostumbrados a cumplir con nuestro deber sin que importe el volumen de la audiencia, al fin y al cabo, hay que ser actor para saber con certeza que los cartelitos de “boletería agotada” se ven menos que los dragones y que son más reales nuestros personajes de ficción.

No entiendo cómo hay personas que creen que tener el teatro lleno va en contra de su esencia, de lo más sustancial de lo teatral que es el compartir entre extraños, de la obra como hecho social y espacio de encuentro. Y tampoco hay que ser ingeniero o contador y hasta un poeta fallido sabe que la cuenta no da, que con un aforo de 150 espectadores nadie se enriquece, ni siquiera llenando en todas las funciones. Aquí lo importante es que esta acogida del público da cuenta de la gran aceptación que logra “La chica que quería ser dios” y que después de verla solo puedo sumarme a esa inmensa minoría que demuestra que tantos (que en realidad somos pocos) no podemos estar equivocados.
Esta obra la recomiendo para quienes ven la muerte con tristeza o con ansias, para quienes tienen un duelo pendiente o han pensado en matarse, es una experiencia que la sublima y pone a pensar en Sylvia Plath, en su suicidio como si fuéramos nosotros, al fin y al cabo todos hemos querido ser perfectos en algo en nuestras vidas, ser dioses. Plath lo hizo muriendo. Estará en temporada hasta el último fin de semana de mayo, vayan a verla morir, van a querer seguir vivos para volver a verla.

Nuestros invitados
Debería poner de condición que siempre el invitado llevara compañía, fue muy agradable la conversadita post función. Paola Andrea Castro ganó la invitación y llevó a Alejandro Montoya a ver la obra. Ella la ha visto, con esta, cuatro veces. Para él fue la primera pero prometió repetir. Ella es estudiante de psicología de la UPB y está a punto de entregar su tesis de grado. Alejandro es estudiante de diseño gráfico y de publicidad en la UPB. Los dos tienen 23 años.

Paola asegura que es imposible no verla desde el punto de vista de su formación como psicóloga: de los duelos no realizados y la pulsión de vida y de muerte. Para ella la obra encarna dos energías primordiales de la existencia: el amor y el miedo, este último simbolizado en el personaje de Johnny Panic, que aparece insinuado en voces en la obra.

Estas fueron sus opiniones sobre la velada:



jueves, 21 de mayo de 2015

Teatro Galeón y el teatro ciego



Viviana Salazar (gestora y comunicadora) y Alexis Gómez (director y fundador) hacen parte de Teatro Galeón, una corporación cultural y artística ubicada en el municipio de Bello. Ellos estuvieron en nuestro programa hablando de su trabajo y de la propuesta que adelantan con teatro ciego y la obra Noctámbulo, Beca de Creación Teatral del Ministerio de Cultura 2014.

sábado, 16 de mayo de 2015

Sobre La mujer de las rosas de La Hora 25

Comentario por: Jenny Giraldo
@jennygiraldo
Escrito para la revista EntreActos


Por profunda y fatal que sea la pérdida, por importante que sea lo que nos hayan arrancado de las manos, aunque nos hayamos convertido en alguien completamente distinto y sólo  conservemos, de lo que antes éramos, una fina  capa de piel, a pesar de todo, podemos continuar  viviendo, así, en silencio”.
 H. Murakami 
Sputnik, mi amor
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Me sorprendió escuchar que esta obra es, también, un homenaje a las mujeres que esperan a sus desaparecidos. Pues la muerte no siempre está mediada por el acontecimiento de morir en el sentido orgánico de la palabra; morimos muchas veces y de muchas formas; morimos para unos pocos o para unos cuantos o para uno. También morimos simbólicamente, cuando nos vamos o nos arrebatan de ese lugar al que pertenecemos y de esos seres a los que amamos y con quienes nos acompañamos. Y aunque en La mujer de las rosas hay indicios de muerte física, como un cuadro pintado con rojo sangre o una presencia lívida que transporta el cuerpo de un niño, es probable que también se hable de otra muerte; eso explica quizás el hecho de que el fantasma crezca, envejezca, que no sea inmóvil en edad y tamaño: “Algo muerto que parece por momentos vivo aún / Un sentimiento suspendido en el tiempo / Como una fotografía borrosa / Como un insecto atrapado en ámbar”. Estos símiles de un fantasma, escuchados en la introducción de la película El espinazo del diablo, son figuras que no crecen, que se suspenden. Pero el fantasma de esta obra va caminando al lento ritmo de los años, pues quizás, va tomando la forma y el tamaño de la ausencia que en sí mismo representa.

Cuando Farley Velásquez, director del Teatro La Hora 25 y de esta obra, leyó el cuento de Gabriel García Márquez llamado “Alguien desordena estas rosas”, por sugerencia de Héctor Gallego Lorsa, un director de Medellín, su sensación fue de imposibilidad. ¿Cómo poner en diálogos un texto literario que se logra sólo con imágenes? ¿Cómo traducir a palabras esa atmósfera y esa compañía que se leen densamente silenciosas? La respuesta fue un teatro silente: una escena cuya fuerza está en el movimiento, en las miradas, en los pasos. Algún grito sutil, una frase clave y ya está. La dramaturgia de La mujer de las rosas es una dramturgia del cuerpo y del espacio. El texto está puesto en los movimientos y lo que sabemos de los personajes no es lo que dicen sino lo que hacen.

Es entonces través de esos movimientos: pasos, portazos, caídas, saltos, trotes, unos brazos extendidos, una danza contra la pared, que se presenta el recorrido cronológico que nos lleva de la infancia a la vejez. Diez generaciones de niños han actuado ya para esta obra, interpretando, de manera verosímil, el recuerdo de esa mujer que languidece sentada en una silla mecedora y acumula polvo mientras sus huesos se desmoronan.

“Alguna vez, yendo a un viaje al campo, encontré a una viejita sentada en las afueras de su casa peinando su cabello largo y canoso. La miré y se me grabó esa imagen. Al regresar, volví a encontrar a la misma mujer, la misma acción y ahí vi la imagen que me ayudó a resolver el paso del tiempo”; y es que como el teatro carece de una tecnología que le permita pasar un subtítulo que diga ’40 años después’ y, en este caso particular, la ausencia de texto tampoco permitía el uso de alguna figura literaria, de una expresión, de una palabra mágica que nos lleve a los espectadores cuatro décadas más adelante, la resolución debía estar en una figura concreta, una imagen poética, un silencio activo: eso hace la mujer cuando, tras una ventana, comienza a peinar su cabellera mientras un polvillo blanco comienza a cubrirla. Nieve, quizás o, mejor, años. Como en esa canción popular que dice: “se está poniendo blanca toda mi cabellera, la nieve de los años me está cayendo ya…”

Y es aquí cuando dice Velásquez que el teatro es, ante todo, “un encuentro de humanidades”. La viejita del camino no supo lo que hizo y cuánto le aportó a la construcción de esta obra. Y, a pesar de las desavenencias con Gallego Lorsa –una discusión sobre la autoría de la obra–, fue él quien sembró en este director la semilla de esta propuesta. Y los veinte niños, y las actrices y los músicos que compusieron y cada hombre y mujer que siembra, corta, empaca y distribuye los cientos de flores que están en el escenario: todas son las humanidades que se congregan en un montaje de unos 70 minutos de duración.

“¿Cuándo morirá esta obra?”, le pregunto a Farley Velásquez. “Esta obra está muerta ahora mismo, porque sólo vive en el momento en el que es representada”, me responde él. El teatro se concreta en el instante, en lo que actores, técnicos y público logran ahí mismo, en un presente simple, compuesto y progresivo que no olvida la existencia de los demás tiempos gramaticales. El pasado en el que se crea, se ensaya, se escribe y el futuro en el que se encuentra la memoria en la que quedará estampada la obra. La mujer de las rosas, al igual que cualquier obra de teatro, conjuga estos tiempos, pero en este caso, además, deja ver de manera concreta el tránsito de la niñez hacia la adultez, la vejez y la muerte.

Ya son 17 años con La mujer de las rosas como parte del repertorio del Teatro La Hora 25. Se puede ver como una serie de imágenes fotográficas que hablan de la soledad, la muerte y la memoria. Las puertas resuenan, las hojas secas crujen, las flores huelen; en últimas, es una obra que, cuadro a cuadro, se siente.

Teatro El Fisgón, grupo que dirigía
Héctor Gallego Lorsa y que montó (con
FarleyVelásquez) por primera vez
esta obra.
“Así está en el mecedor desde hace veinte años, zurciendo sus cositas, meciéndose, mirando hacia la silla, como si no cuidara al niño que compartió su infancia, sino al nieto inválido que está aquí, sentado en el rincón desde hace cuarenta años. Es posible que cuando vuelva a bajar la cabeza pueda retirar las rosas. Iré hasta la colina y regresaré a mi puesto, a esperar el dla en que ella no vuelva al cuarto y cesen los ruidos en la pieza vecina. Entonces tendré que salir otra vez de la casa a avisarle a alguien (si es que entonces existirá alguien) que la señora de las rosas, la que vive sola en la casa arruinada está necesitando cuatro hombres que la conduzcan a la colina. Tal vez entonces se sienta satisfecha, cuando sepa que no es el viento invisible lo que todos los domingos llega hasta su altar y le desordena las rosas”.

Alguien desordena estas rosas 
Gabriel García Márquez

jueves, 14 de mayo de 2015

150 madrigueras: celebración de los 150 años de Alicia en el País de las Maravillas



Juan Felipe Caicedo Montoya fue nuestro invitado en esta emisión. Él es el director de Anamnésico Colectivo Teatral, quienes tuvieron la iniciativa de celebrar los 150 años de Alicia en el País de las Maravillas en la ciudad de Medellín. 150 madrigueras es el nombre de esta celebración, a la que se vinculan diferentes entidades y grupos artísticos. Esto será entre el 24 y el 30 de mayo y aquí pueden encontrar más información.


lunes, 11 de mayo de 2015

Sobre Diálogo en el Jardín de palacio de Elemental Teatro

Por: José Ricardo Alzate
@voypateatro

Autor: Fernando Pessoa
Dirección: John Viana
Actuación: Luisa Saldarriaga, Ana María Trujillo y John Viana.
Producción, vestuario, escenografía: Elemental teatro



Esta obra, que vimos el sábado 9 de mayo de 2015 en la sala de Elemental Teatro, está basada en el texto del mismo nombre, escrita por el portugués Fernando Pessoa, por allá a principios del siglo XX. Cabe destacar que Pessoa es considerado uno de los más brillantes escritores de la literatura moderna y tal vez el más destacado en lengua portuguesa. Es una lástima que sus libros no son tan fáciles de conseguir.

El texto de esta obra es en realidad destacable, hace parte de lo que Pessoa llamó “poemas dramáticos” o “dramas estáticos”, que junto a otra cantidad de sus textos teatrales tienen como característica principal que no plantean muchas acciones (o ninguna), no tienen un final claro o incluso parece que no hubieran sido terminados. A pesar de esto, Pessoa pone en la voz de los personajes reflexiones bellas, brillantes y profundas sobre la vida, la muerte y el amor.

En particular, me aventuraría a decir que “Diálogo en el jardín de palacio” trata sobre lo que creemos que es el amor y sobre los sentidos: lo que percibimos de nosotros y del otro en el amor.

Pero hablemos de la puesta en escena de Elemental. Teniendo en cuenta las dificultades de llevar a escena un texto poético de estas características, podemos decir que en general la obra está bien lograda. La escenografía es un elemento destacable: cuando se abre el telón, aparece una gran pileta circular llena de agua, rodeada de ramas y hojas secas, que junto a la ambientación sonora y la iluminación tenue y fría, remite a una fría noche de otoño, y todo esto junto logra crear la sensación ideal para un texto tan melancólico.

No podemos esperar del montaje de “Diálogo...” que nos cuente una historia. Es decir, no nos ubica narrativamente en un tiempo y un espacio, no hay un lugar como un castillo o una casa, en un día del calendario o en una hora concreta. Es más bien lo que llaman los teóricos un no-lugar, un espacio parecido a un sueño que no tiene tiempo. Tampoco es de muchas acciones o movimientos en escena. Los personajes se mueven poco e interactúan lo necesario, aquí lo importante es transmitir la sensación del texto a partir de la ambientación y de la voz de los personajes.

Si bien el texto original propone dos personajes, un hombre y una mujer, en el escenario de este montaje vemos tres: dos actrices y un actor. Un diálogo puede suceder entre dos o más personas, por lo que esta licencia del director, que es completamente respetable, tiene una intención clara: darle más ritmos al texto. Es menos complicado poner una obra, que en 50 minutos se soporta casi solo en el texto, en más actores que puedan darle otros matices. En otras palabras, siento que la actriz adicional es algo así como un recurso técnico que le imprime más fluidez a la obra.

Hablemos de lo que se ve en la actuación, teniendo claro que es de pocos movimientos y casi toda la acción está en el parlamento. En general, los tres personajes logran verse con muy buenos matices en sus voces, John Viana tiene una voz potente y clara, por algo es de los actores de mayor trayectoria en la ciudad. Luisa Saldarriaga logra bellos matices con sus líneas, pero me parece que el tono de voz de Ana María Trujillo da en la nota correcta para el texto y logra tocarlo a uno con sus intervenciones, quisiera uno verle actuar más seguido.

Para algunos podría parecer muy oscura iluminación, con luces a piso y unas pocas velas, pero queda claro que esto es intencional, para aportarle al ambiente y a la sensación que busca transmitir la obra, ya que por un momento de la pieza todas las luces suben y se aprecia con mayor claridad el escenario, así que no es un error o defecto que casi todo el tiempo las luces insinúen los contornos y el espacio.

“Diálogo en el jardín de palacio” de Elemental Teatro es una puesta en escena con un muy buen tratamiento de lo visual y lo sonoro, es un buen ejemplo de lo que es un performance y una buena adaptación escénica de un texto poético. No puede verse como una obra de teatro clásica y convencional, porque su texto no lo es y su montaje respeta esas intenciones del autor, de Pessoa. Es una obra sencilla, poco pretenciosa y su objetivo es tocar al espectador con la palabra para provocarle sensaciones cercanas a la melancolía de su texto, o mejor dicho, llevarlo a la “saudade”: una mezcla de nostalgia y esperanza.

“Diálogo…” fue ganadora de Beca a la Creación de la Alcaldía de Medellín en el año 2010 y puede decirse que es de esas obras en las que “se ve la plata” y que estuvo bien invertida, además de su escenografía, por su composición musical y su vestuario.

Si bien su director dice que es una obra para una audiencia reducida, que la hizo casi para él, no me equivoco al recomendarla para todos, en especial para aquellas personas que estén en un momento de convulsión sentimental, es perfecta para quienes estén pensando en lo extraño del amor, reconciliándose consigo mismos, saliendo de las cenizas de una relación o mejor dicho, para quienes anden un poco despechados y creo que por ahí pasamos todos en algún momento de la vida. Estará en temporada una semana más y es la oportunidad de ver a un gran autor y un bello texto en escena, es una obra de la que se sale tranquilo, pensativo y mirando de otro modo a los ojos de las personas. 

Opinión de la invitada

Nuestra primera invitada a “Vamos pa’ teatro” fue Laura Rivillas, Licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia y promotora de lectura en el proyecto UVA. No le pregunté la edad porque eso es de mala educación. Estas fueron sus opiniones sobre “Diálogo en el jardín de palacio”:






miércoles, 6 de mayo de 2015

Gestión y sustentabilidad de los teatros

En esta emisión estuvimos conversando con Olga Vásquez Solórzano, comunicadora y magíster en Administración de Organizaciones Culturales, quien realizó una investigación sobre la gestión y sustentabilidad de los teatros en la ciudad de Medellín. Una interesante perspectiva sobre la concepción de los teatros como empresas y la economía cultural, a partir de un estudio en el que se incluyeron numerosos actores del sector teatral.

lunes, 4 de mayo de 2015

Ahora en Cuarta Pared: ¡Voy pa' teatro!

Este es José Ricardo,
el que los va a invitar a teatro
Foto: Sara Jurado

Por: José Ricardo Alzate Giraldo


Pues sí, voy a empezar un ejercicio de crítica en este blog, acolitado por Jenny, Laura y Andrea Giraldo; visitaremos las salas del Área Metropolitana para hacer este experimento, medio literario, medio periodístico; que esperamos encuentre eco entre quienes buscan una orientación a la hora de saber qué se puede ver en una obra que está en cartelera. 

Publicaré una crítica semanal, pero no lo haré solo. Cuarta Pared es un proyecto que se ha destacado por dar su opinión desde el punto de vista del espectador (de tres espectadoras, más exactamente, las hermanas Giraldo) y eso debe mantenerse. Por eso invitaré a una persona diferente, cada semana, a que me acompañe a ver la obra seleccionada y luego me dé su opinión, sincera, imparcial, sin ningún tipo de filtro, solo desde lo que le despertó o lo que le hizo sentir la experiencia. Por eso la invitación no está dirigida a personas que hagan parte del sector teatral.

Yo, que podré estar o no de acuerdo con la opinión del invitado, haré luego mi parte, la que mira la obra desde lo técnico, lo estético, lo actoral y lo dramatúrgico y luego lo aterriza a un texto, digerible y respetuoso, que espero no me haga ganar más enemigos de los que ya tengo.


Como dije más arriba entre líneas, unas de las intenciones de la crítica es la orientación y la recomendación al espectador y eso es lo que buscamos fortalecer con este espacio. Lo repito porque eso le imprime ciertas particularidades a la elección de las obras a reseñar:

Lo primero es que elegiremos obras que estén en cartelera más de una semana. No tiene tanta gracia hacer una crítica para una obra que ya pasó y que quién sabe cuándo volverán a presentar. La idea es recomendar, como dije, ojalá para la misma semana en que se publica la crítica.

Lo segundo es que solo asistiremos, el invitado(a) y yo, a funciones pagas. A mí pagar por una obra me produce el mismo placer que a algunos de ustedes comprar un libro, ropa, zapatos o viajar a Buenos Aires. Además de reconocer el trabajo de los creadores, pagar boleta nos da el derecho como espectadores a opinar sobre la obra. No es lo mismo cuando vas a una obra de entrada libre y menos si asistes con una cortesía.

No faltará además quien no esté de acuerdo con un par de líneas de la crítica y luego me diga “… y yo que le regalé la entrada”; vamos a evitar esto desde el principio. Además, la entrada libre le ha hecho más mal que bien al teatro en Medellín y coincido con algunos que en redes sociales afirman que pagar boleta es #thenewsexy. Eso sí, si llego a estar en época de vacas flacas, no faltará el día que aproveche un jueves de 2x1, pero no más.

Sortearemos la invitación entre quienes se inscriban cada semana en el formulario en línea y cumplan con unos cuantos requisitos, que están explicados en el formato. La inscripción es muy simple y el sorteo lo publicaremos por redes sociales de Cuarta Pared dos días antes de la función.

Solo resta invitarlos a que nos sigan, den sus opiniones y nos ayuden a hacer crecer este espacio y aportarle un poco al teatro de la ciudad. No sobra decir que estamos abiertos a recibir las críticas que nos hagan, ni más faltaba. Les damos la bienvenida a “Voy pa’ teatro”, espacio de crítica teatral de Medellín en Cuarta Pared. Empecemos pues.

Más del teatro universitario con el profe Mario Yepes



Seguimos conversando con el profesor Mario Yepes acerca de las relaciones entre el teatro y la academia. Esta es una parte muy importante de la historia del teatro en nuestra ciudad.