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"Labio de Liebre". Función en el Teatro Pablo Tobón Uribe. |
Teatro Petra pone en escena una historia que ha sido tejida
con hilo delicado y una puntada muy fina. Llevar las consecuencias del conflicto
armado al escenario no es un reto fácil de lograr, no a este nivel. La obra fue presentada el 9 y 10 de septiembre en el Teatro Pablo Tobón Uribe, con sala llena.
El argumento de “Labio de Liebre” es sencillo: Como en “Un
cuento de navidad” de Dickens, el protagonista, Salvo Castelo (Fabio Rubiano),
se encuentra en un país neutral purgando una irrisoria condena de tres años a
casa por cárcel, por someterse a la justicia transicional a cambio de confesar
sus crímenes. Mientras cumple su sentencia, es atormentado por los espectros o
recuerdos de la familia Sosa y de una periodista, Roxy, a quienes asesinó hace
quien sabe cuantos años. Lo único que estos seres quieren es que Castelo los
recuerde, diga sus nombres y entregue el lugar donde están enterrados. Aunque
pereciera que las víctimas piden ser reconocidas, en realidad es el
remordimiento el que cobra la deuda con su memoria, con el perdón.
Pero este es un simple resumen, que no alcanza la
complejidad de la historia que llevan a escena los personajes. La obra nos dice
la verdad en la cara, nos cuenta detalles grotescos y nosotros nos reímos, reímos
porque no tenemos otra opción. Cuando la realidad se cuenta en tono de franqueza
se convierte en absurdo, pero no deja de ser cierta. Reímos porque nos da
vergüenza no querer o no saber qué hacer para cambiar las cosas.
No mencionan lugar, pero debe ser Colombia. No dicen bando
pero tal vez sea paramilitar. No dicen hace cuanto, pero demás todo que está
sucediendo justo ahora. Las víctimas no son solo personas: vacas, gallinas y
perros también exigen justicia. Y sorpresa: las victimas también son
victimarios.
A “Labio de liebre” no le cabe un elogio más. Es una pieza
maestra, no solo es su dramaturgia, también en su escenografía, en su vestuario,
su utilería y sobre todo en su actuación. No es posible asimilarla de
inmediato, sin un tiempo para digerirla, te exige un par de días porque además no
te la puedes sacar de la cabeza tan pronto.
Es una obra necesaria para estos tiempos que estamos
viviendo. Ojalá esta obra la viéramos todos. No solo colombianos, todos los
terrícolas, donde hay algunos que son peores que Castelo, que no parecen
humanos. Que la vea todo el ejercito, toda la guerrilla y todos lo
paramilitares, a ver si como a Hamlet y a Castelo los visitan los espectros de
sus muertos, los dueños de sus remordimientos.
Hay una gran destreza
en la manera como fue llevada esta obra hasta lo que es hoy en día, luego de
tres años de preparación. Creo que ya sabemos que se puede hacer teatro con
contenido político sin sacrificios estéticos ni dramáticos, sin caer en el
panfleto, solo encontrando un todo adecuado para contar los hechos tal cual,
para decir la verdad.
Hay una línea que escribió Martín Caparros para el cierre
del primer capítulo de su libro “El Hambre” (otra historia durísima y real) y
que cabe apenas para cerrar este texto: “¿Cómo carajos conseguimos vivir
sabiendo que pasan estas cosas.”
Opinión de la
invitada
Esta vez, luego de doce obras, la invitada fue elegida a
dedo. Yanneth Santamaría Ramírez es Comunicadora social - periodista, trabaja
en Empresas Públicas de Medellín, es gran conocedora del cine, excelente
editora, patinadora dos veces por semana, hábil lectora (lee dos hojas por
minuto), madre maravillosa, magnífica conversadora, de un temido sarcasmo y
además tengo el gusto de ser su esposo.
Luego de la obra, hablamos largo rato de ella y coincidimos
en que es una pieza contundente. Pero aquí están sus opiniones: