sábado, 5 de septiembre de 2015

Sobre "Por favor, siéntate en mi cara" de Divina Obscenidad.


Divina Obscenidad en ensayo. Foto: archivo del grupo.


En el segundo piso de una sex shop de la Avenida 80, abrió una nueva sala de teatro, la Sala Sentidos, que es ahora el lugar de trabajo del grupo Divina Obscenidad.

El sábado 22 de agosto asistimos a la segunda función de la temporada de estreno de su obra “Por favor, siéntate en mi cara”, escrita y dirigida por Antonio Úsuga. Entramos a la de las 8:00 p.m., ya que por la cantidad de reservas, esa noche había una segunda función a las 9:30 p.m.

Si bien este grupo se ha distinguido por montar obras de fuerte contenido político y social, sobre la línea estética del soft-porn, para esta oportunidad dejaron la densidad del texto dramático y lo hicieron en código de comedia. La obra, de una hora de duración, reúne una serie de ocho cuadros breves, con nombres  directos y sugestivos como “Mi primera paja junto a ti”, “La cuca encalambrada”, “Llamada caliente con semen en la cara”, “Una mamada junto a Búfalo”, “Penetración fantasma”, entre otros. Una bella presentadora, interpretada por Alejandra Ciceri, intervino entre una pieza y otra, hilando las escenas y dándole al público un poco de contexto sobre lo que se iba a presenciar. Todo un acierto: ella aligera la situación, relaja a los asistentes y nos dispone muy bien para lo que se viene.

Esta obra muestra de manera explícita varias situaciones, donde los protagonistas exhiben abiertamente nuestra intimidad y al hacerlo consiguen ridiculizarnos, cosa que además de ser muy hilarante, también esconde un atisbo de crítica. Contrario a otras obras de Divina Obscenidad, que suelen manejar contenidos más complejos en sus textos, los diálogos y la actuación en esta son completamente relajados y naturales: el tema además no pide otra cosa. En esta ocasión el desnudo, el sexo y lo obsceno están completamente justificados. De las obras que les he visto, esta es la primera que considero en realidad erótica, aunque llamemos las cosas como son: es porno. Suave, pero porno. Debo aclarar que no hay una penetración real en escena, pero todo lo demás es de un lenguaje explícito y directo sobre el sexo.

¿Levante la mano quien no haya visto porno? Bueno, todos sabemos que el porno  no es que sea muy profundo en sus historias, y más que historias, en “Siéntate en mi cara…” vemos, en cada acto, cómo se desarrolla una situación muy concreta, que termina como debe terminar una clásica historia porno: en una eyaculación.

¿Qué hay por destacar de la obra? Es vertiginosa: ocho cuadros en una hora hablan de un buen ritmo y de variedad de situaciones, pero en realidad, cuando ya has visto cinco o seis cuadros, ya sabes qué es lo que sigue: más sexo y con la triste realidad de que no eres tu quien folla. Es normal que la sorpresa baje un poco su intensidad a medida que transcurren los actos.

Es muy interesante la diversidad de cuerpos y figuras se que ofrecen en los actores y las actrices del elenco: uno esbelto, otro bajito, aquel gordo, este canoso; una morena, una delgada, otra más voluptuosa. Claro, también hay vergas de diferentes tamaños, materiales y colores. Algunas son prótesis y funcionan muy bien por aquello de la ficción teatral.

Eso sí, la temática de las situaciones siempre es abordada desde una sexualidad heterosexual,  aunque alguna que otra vez hagan ciertos guiños a lo gay. Y no solo eso, también prevalece la postura machista dominante. Claro que esto es apenas lógico, ya que tratándose de sexo, una misma obra no debe intentar abarcar todos los temas, porque tratando de complacer a todos, no complacerían a nadie. Piensen que por esto es que las películas porno también tienen una temática sexual definida. Ya llegarán otras obras que aborden alguna de las múltiples perspectivas de nuestra sexualidad humana y tengo entendido que el grupo es consciente de ello.

En los aspectos técnicos la obra cumple con lo básico, en cuanto a iluminación y musicalización, pero sin dudas lograrían realce de las escenas si le sacaran más provecho a estos recursos y sobre todo si la parte técnica no estuviera a la vista.

Muchas personas consideran que lo sexual es mejor dejarlo para la intimidad y no consideran estético ni artístico que sea expuesto en un escenario, es más, lo consideran grotesco. Esta postura es completamente respetable y entendible, incluso no tiene nada que ver con lo moral: es una cuestión de gusto. De seguro, personas con esta valoración, una obra como esta pasarían un rato muy incómodo.

Pero hay mucha gente que le gusta ver estos temas, de hecho, hay que reconocerle a Divina Obscenidad el numeroso público que lo acompaña. Ellos tienen una propuesta para un tipo de espectador que quiere ver este tipo de temas y que los pedía hace tiempo. Tengo por agregar que, sabiendo bien a lo que iba, me reí muchísimo más de lo que pensé. Pero es una obra indicada para ver en pareja o con un combo de amigos de confianza. Incluso me atrevo a decir algo: esta obra te enseña alguna que otra cosa interesante y en cuanto a sexo, cualquier aprendizaje nuevo sirve, siempre sirve.

Yo fui uno de quienes no estuvo de acuerdo con el tipo de teatro que hace Divina Obscenidad. Incluso llegue a pensar alguna vez, que si tenía oportunidad de escribir sobre ellos, los demolería a punta de críticas negativas, aunque a nadie le importara leerlas. La verdad es que luego de conocerlos y darme a la tarea de comprender su trabajo, entendí que ellos no están atentando contra nada ni contra nadie, menos contra el teatro, que en realidad ellos hablan sobre algo de lo que casi nadie se atreve a hablar en un escenario, lo exponen como pocas actrices o actores podríamos y están dirigiéndose a un público muy específico.

Probablemente haya muy buenos espectadores de teatro, con gustos muy exigentes, a quienes no les guste nada que tenga que ver con sexo explícito en la escena. A otras personas quizá les guste el sexo pero no el teatro. Bueno, los segundos son muchísimos más. Pensemos en eso.

Nota al margen: Su director, Antonio Úsuga, se gradúo con una tesis muy laureada como maestro en artes representativas de la Universidad de Antioquia, “La dramaturgia del porno: Teatralidades en espacios no convencionales de representación escénica”, trabajo en coautoría, que fuera luego publicado por la Editorial de la misma Universidad, cosa muy poco usual con las monografías de los pregrados.

Opinión de nuestro invitado:

Nuestro invitado para esta función fue Walter Bayron González, de 47 años. Pasó por antropología en la UdeA y actualmente está terminando Producción de Medios Audiovisuales en el SENA. Es locutor en del programa “De picnic” en Telemedellín Radio, que pasa los lunes a las 8:00 p.m. y además de Morada Stereo. Trabajó como productor de la legendaria banda “Frankie ha muerto” e hizo parte, hace como 20 años, dice, del Pequeño Teatro (se me coló, sí).

Walter cree que esta obra es una experiencia para ver en pareja o con buenos amigos, no con desconocidos como yo, sino con quien tenga más confianza. Lo apoyo, sin embargo, la pasamos bien en la obra. Estas son sus opiniones:





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