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Divina Obscenidad en ensayo. Foto: archivo del grupo. |
En el segundo piso
de una sex shop de la Avenida 80, abrió una nueva sala de teatro, la
Sala Sentidos, que es ahora el lugar de trabajo del grupo Divina Obscenidad.
El sábado 22 de
agosto asistimos a la segunda función de la temporada de estreno de su obra
“Por favor, siéntate en mi cara”, escrita y dirigida por Antonio Úsuga. Entramos
a la de las 8:00 p.m., ya que por la cantidad de reservas, esa noche había una
segunda función a las 9:30 p.m.
Si bien este grupo
se ha distinguido por montar obras de fuerte contenido político y social, sobre
la línea estética del soft-porn, para
esta oportunidad dejaron la densidad del texto dramático y lo hicieron en
código de comedia. La obra, de una hora de duración, reúne una serie de ocho
cuadros breves, con nombres directos y
sugestivos como “Mi primera paja junto a ti”, “La cuca encalambrada”, “Llamada
caliente con semen en la cara”, “Una mamada junto a Búfalo”, “Penetración
fantasma”, entre otros. Una bella presentadora, interpretada por Alejandra Ciceri,
intervino entre una pieza y otra, hilando las escenas y dándole al público un
poco de contexto sobre lo que se iba a presenciar. Todo un acierto: ella aligera la
situación, relaja a los asistentes y nos dispone muy bien para lo que se viene.
Esta obra muestra de
manera explícita varias situaciones, donde los protagonistas exhiben
abiertamente nuestra intimidad y al hacerlo consiguen ridiculizarnos, cosa que además
de ser muy hilarante, también esconde un atisbo de crítica. Contrario a otras
obras de Divina Obscenidad, que suelen manejar contenidos más complejos en sus
textos, los diálogos y la actuación en esta son completamente relajados y
naturales: el tema además no pide otra cosa. En esta ocasión el desnudo, el
sexo y lo obsceno están completamente justificados. De las obras que les he
visto, esta es la primera que considero en realidad erótica, aunque llamemos
las cosas como son: es porno. Suave, pero porno. Debo aclarar que no hay una penetración
real en escena, pero todo lo demás es de un lenguaje explícito y directo sobre
el sexo.
¿Levante la mano
quien no haya visto porno? Bueno, todos sabemos que el porno no es que sea muy profundo en sus historias,
y más que historias, en “Siéntate en mi cara…” vemos, en cada acto, cómo se
desarrolla una situación muy concreta, que termina como debe terminar una
clásica historia porno: en una eyaculación.
¿Qué hay por
destacar de la obra? Es vertiginosa: ocho cuadros en una hora hablan de un buen
ritmo y de variedad de situaciones, pero en realidad, cuando ya has visto cinco
o seis cuadros, ya sabes qué es lo que sigue: más sexo y con la triste realidad
de que no eres tu quien folla. Es normal que la sorpresa baje un poco su
intensidad a medida que transcurren los actos.
Es muy interesante
la diversidad de cuerpos y figuras se que ofrecen en los actores y las actrices
del elenco: uno esbelto, otro bajito, aquel gordo, este canoso; una morena, una
delgada, otra más voluptuosa. Claro, también hay vergas de diferentes tamaños,
materiales y colores. Algunas son prótesis y funcionan muy bien por aquello de
la ficción teatral.
Eso sí, la temática
de las situaciones siempre es abordada desde una sexualidad heterosexual, aunque alguna que otra vez hagan ciertos
guiños a lo gay. Y no solo eso, también prevalece la postura machista
dominante. Claro que esto es apenas lógico, ya que tratándose de sexo, una
misma obra no debe intentar abarcar todos los temas, porque tratando de
complacer a todos, no complacerían a nadie. Piensen que por esto es que las
películas porno también tienen una temática sexual definida. Ya llegarán otras
obras que aborden alguna de las múltiples perspectivas de nuestra sexualidad
humana y tengo entendido que el grupo es consciente de ello.
En los aspectos
técnicos la obra cumple con lo básico, en cuanto a iluminación y
musicalización, pero sin dudas lograrían realce de las escenas si le sacaran
más provecho a estos recursos y sobre todo si la parte técnica no estuviera a
la vista.
Muchas personas
consideran que lo sexual es mejor dejarlo para la intimidad y no consideran
estético ni artístico que sea expuesto en un escenario, es más, lo consideran
grotesco. Esta postura es completamente
respetable y entendible, incluso no tiene nada que ver con lo moral: es una
cuestión de gusto. De seguro, personas con esta valoración, una obra como esta pasarían un rato muy
incómodo.
Pero hay mucha gente
que le gusta ver estos temas, de hecho, hay que reconocerle a Divina Obscenidad
el numeroso público que lo acompaña. Ellos tienen una propuesta para un tipo de
espectador que quiere ver este tipo de temas y que los pedía hace tiempo. Tengo
por agregar que, sabiendo bien a lo que iba, me reí muchísimo más de lo que
pensé. Pero es una obra indicada para ver en pareja o con un combo de amigos de
confianza. Incluso me atrevo a decir algo: esta obra te enseña alguna que otra
cosa interesante y en cuanto a sexo, cualquier aprendizaje nuevo sirve, siempre
sirve.
Yo fui uno de
quienes no estuvo de acuerdo con el tipo de teatro que hace Divina Obscenidad.
Incluso llegue a pensar alguna vez, que si tenía oportunidad de escribir sobre
ellos, los demolería a punta de críticas negativas, aunque a nadie le importara
leerlas. La verdad es que luego de conocerlos y darme a la tarea de comprender
su trabajo, entendí que ellos no están atentando contra nada ni contra nadie, menos
contra el teatro, que en realidad ellos hablan sobre algo de lo que casi nadie
se atreve a hablar en un escenario, lo exponen como pocas actrices o actores podríamos y están
dirigiéndose a un público muy específico.
Probablemente haya
muy buenos espectadores de teatro, con gustos muy exigentes, a quienes no les
guste nada que tenga que ver con sexo explícito en la escena. A otras personas
quizá les guste el sexo pero no el teatro. Bueno, los segundos son muchísimos
más. Pensemos en eso.
Nota al margen: Su
director, Antonio Úsuga, se gradúo con una tesis muy laureada como maestro en
artes representativas de la Universidad de Antioquia, “La dramaturgia del porno: Teatralidades en espacios no convencionales de representación escénica”,
trabajo en coautoría, que fuera luego publicado por la Editorial de la misma
Universidad, cosa muy poco usual con las monografías de los pregrados.
Opinión de nuestro invitado:
Nuestro invitado
para esta función fue Walter Bayron González, de 47 años. Pasó por antropología
en la UdeA y actualmente está terminando Producción de Medios Audiovisuales en
el SENA. Es locutor en del programa “De picnic” en Telemedellín Radio, que pasa
los lunes a las 8:00 p.m. y además de Morada Stereo. Trabajó como productor de la
legendaria banda “Frankie ha muerto” e hizo parte, hace como 20 años, dice, del
Pequeño Teatro (se me coló, sí).
Walter cree que esta
obra es una experiencia para ver en pareja o con buenos amigos, no con
desconocidos como yo, sino con quien tenga más confianza. Lo apoyo, sin
embargo, la pasamos bien en la obra. Estas son sus opiniones:
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