viernes, 28 de febrero de 2014



"El teatro es tan antiguo como la humanidad. En sus formas primitivas la ha acompañado desde sus mismos comienzos. La transmutación de un otro yo pertenece a los arquetipos de la expresividad humana. Abarca desde la pantomima de la caza en los pueblos del período glaciar hasta las diferenciadas categorías de representación del teatro moderno.

El hechizo mágico de todo teatro, en el más amplio sentido, se funda en la inagotable posibilidad de manifestarse a todos sin revelar su secreto. El chamán, por cuya boca habla la voz de Dios, el danzante enmascarado que espanta a los demonios, el actor que infunde vida a la obra del poeta, todos ellos obedecen al mismo mandato: al conjunto de una realidad distinta y más verdadera. El que este conjuro se convierta en teatro presupone dos cosas: en primer lugar, la transmutación en actor en un ser que está por encima de las leyes de lo cotidiano, que se convierte en médium para un conocimiento de orden superior; y en segundo lugar, la presencia del espectador, que está preparado para recibir el mensaje de este conocimiento superior”. 

Margot Berthold. Historia del teatro social.

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