“La búsqueda del propio clown es, en primer lugar, la búsqueda del lado irrisorio de uno mismo. A diferencia de la comedia del arte, el actor no tiene que entrar en un personaje preestablecido (Arlequín, Pantalon...), sino que debe descubrir en sí mismo la parte clownesca que lo habita. Cuanto menos se defienda, cuanto menos trate de interpretar un personaje, cuanto más se deje sorprender el actor por sus propias debilidades, con más fuerza aparecerá su clown”.
El clown es el que “acepta el fracaso”, el que malogra su número y, con ello, coloca al espectador en un estado de superioridad. A través de ese fracaso, el clown revela su profunda naturaleza humana que nos emociona y nos hace reír. Pero no basta con fracasar en cualquier cosa, además es necesario fracasar en aquello que se sabe hacer, es decir en una proeza”...
Jacques Lecoq. El cuerpo poético
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