lunes, 17 de marzo de 2014

Victoria Valencia: “Mi universo todavía le debe homenaje a las personas que están sometidas con la guerra”

Victoria Valencia en Rubiela Roja.
Foto tomada del Facebook de Elemental Teatro
Si feminista es aquello que busca la defensa de la vida, Victoria considera que, entonces, su teatro sí lo es. Sin embargo, sus propuestas estéticas y las búsquedas de esos seres que construye en sus dramaturgias y que lleva a la escena no pretenden ser reconocidos con esta etiqueta.

Este es un diálogo con Victoria Valencia, escritora, actriz, directora, fundadora de La Mosca Negra, una mujer disciplinada, consagrada y persistente.

Primero, ella habla de ella
"Victoria Valencia empezó a hacer teatro hace como 30 años ya, con el Pequeño Teatro de Medellín, aunque antes comencé con la Universidad de Medellín, porque allá estudié derecho. Posteriormente estuve en Bogotá, volví a Medellín y fundé el grupo La Mosca Negra, que es con el que he estado trabajando los últimos 12 años.
Ahora estamos trabajando en “Cindy la niña que se perdió la próxima salida del sol”, una obra que relata hechos reales, pero están enmarcados en una ficción y una poética muy propia de nosotros.

La Mosca Negra ha montado siete obras, todas de mi autoría. Hay dos obras que han ganado beca: “Alcaparras, acotaciones de Estanislao en el estuario” ganó beca de dramaturgia en Medellín en el 2011 y el año pasado ganó beca de creación del Ministerio. Y Pernicia Niquitao ganó beca de creación del municipio de Medellín, apoyo de Iberescena. Todas estas obras tienen unos comunes denominadores, tratan hechos de violencia o de exclusión en las personas que son más frágiles en la sociedad..."

¿En esa categoría de personas más frágiles en la sociedad están incluidas las mujeres?
Pues, sí. Nosotras no somos frágiles como tal pero sí estamos en el rango de las frágiles porque somos a las que más nos han aporreado, a las que más nos han vejado, a las que más nos han negado nuestros derechos, entonces hemos tenido que hacer una lucha frontal contra todo esto. Y aunado eso a la guerra, a que somos las que tenemos que salir a buscar los cuerpos de nuestros hijos y que tenemos que salir a pelear por los falsos positivos. De alguna manera somos seres frágiles frente a la guerra, frente al poder militar, al poder del estado. Estamos en un renglón del espectro donde no nos quieren ver.

¿Además de frágiles, invisibilizadas?
Exacto. Yo pienso que la fragilidad viene de estar invisibilizadas. Al no vernos, nos volvemos frágiles, frente a los derechos, frente a las oportunidades, entonces es eso, la lucha que nosotros hacemos casi siempre es subterránea.

¿Hay teatro feminista en Medellín?
Yo el término feminista no lo logro entender bien. Una cosa es lo que se supone que puede ser lo feminista: la defensa de la vida, la defensa de los derechos. Y otra cosa es como lo quieren ver y como nos lo hacen ver: de una forma peyorativa, como si ser feminista fuera un pecado, una maldición una cosa horrible. Entonces no sabría si una obra que pretende defender la vida se pueda catalogar de feminista, pero habría que significarla bien y no ese significado que le quiere dar la sociedad, precisamente para denigrar, volvernos más frágiles y pisotearnos más. Pero me supongo que la persona que está protegiendo la vida y que espera que los derechos sean para todos iguales, pues seguramente tiene alguna connotación de feminismo, entonces en ese sentido, demás que mi teatro también tendría que ser feminista porque para mí lo más importante es la vida.

Hablaste de la violencia como un eje que atraviesa las obras de La Mosca Negra y a propósito, ¿hay unos específicos tópicos para hablar de la mujer en tu teatro?
Lo que intento siempre es que los cuerpos -femeninos y masculinos- reflejen la agonía de la ciudad. Todas mis obras hablan de la violencia de la ciudad y ella es un personaje principal. Y la ciudad a veces es femenina y a veces es masculina; a veces es un macho arrogante que no tiene ternura. Yo puntualizo en cosas muy específicas: la violencia y el cuerpo de la ciudad transmitido al cuerpo del actor o de la actriz. Con ese cuerpo en agonía se instala el texto, que está previamente escrito. Entonces la tarea del actor o de la actriz es encontrar la forma de simbolizar la ciudad que ellos viven, que nosotros vivimos y cómo nos duele. A veces pasa que un actor no 'da pie con bola', no puede, porque no todos tenemos la posibilidad todavía de tener una conciencia o una percepción, o la tiene pero no la sabe referenciar sobre el escenario. Pero eso para mí es lo más importante: el cuerpo dentro del escenario generando una ruta simbólica en la que se cumple el destino de cada personaje.

¿Has trabajado temas como la maternidad, el aborto, la violencia contra el cuerpo de la mujer? Es decir, temas que atañen directamente a la mujer...
Todavía en mis obras no he tocado ni la maternidad ni el aborto, porque yo todavía estoy obsesionada con la violencia. Entonces todavía no han aparecido madres. Casi siempre está la mujer sola con sus fantasmas, con su agonía, tratando de resolver o de indagar en ellas mismas, pero casi nunca hablo de relaciones de pareja, por ejemplo. En mis obras, el amor es el amor a la ciudad, la ciudad es la protagonista, entonces todavía no he traspasado esa frontera, que espero traspasar con la última obra que estoy escribiendo, para llegar como a otro paisaje. Mi universo todavía le debe homenajes a las personas que están sometidas a la guerra, violentadas, desaparecidas. Entonces ahora que me lo estás haciendo pensar, son casi siempre mujeres y casi siempre están solas.

¿Cuáles son los estereotipos de la mujer que habita esa ciudad que está en tu obra?
Digamos que al tratar los cuerpos de la agonía, trato de evitar los estereotipos. Lo que estoy buscando siempre en mi obra es el alma de las personas entonces casi nunca me pego de lo que hay afuera. Obviamente se visten los personajes, pero con una estética de la desolación, porque son personas aporreadas por la sociedad, aporreadas por la ciudad. Entonces lo que a mí me interesa más es que a través del texto, de la dramaturgia escrita y de la dramaturgia corporal, ellas descifren el interior de cada ser. No acostumbro, por ejemplo, que si vamos a hablar de unas mujeres que trabajen en la calle, entonces se vistan de determinada manera, que inmediatamente se identifiquen. Pero la idea es que siempre a través del lenguaje, de la palabra, ellas puedan hablar desde el alma, de lo que son, de la inmensidad que tienen en el corazón y no que se queden en las frases externas o estereotipadas que las significan inmediatamente. Siempre trato de que la poética del alma sea la que las descifre y de esa manera, también el estereotipo se quiebra.

¿Cuál es la ciudad que le ha tocado vivir a Victoria que la lleva de esta manera a la escena?
Mi ciudad, Medellín, que para mí es un dolor, es una agonía, es desgarradora. Obviamente amo a mi ciudad, pero me duele más de lo que la amo. Es un dolor infinito ver lo que está sucediendo, lo que sucede con las mujeres y con las niñas, ver lo que está pasando y que finalmente parece que no le importa a nadie, quizás a algunas políticas que son de palabra y para conseguir votos y popularidad, pero las cosas siguen pasando. Me duele ese deterioro alrededor, encima y debajo del metro, el metro supremamente bien cuidado, no tiene un rayón, esa cultura del metro le duele a Victoria Valencia, esa cultura tan estricta, tan militar, tan exigente, tan arrogante, y el pueblo que está al rededor del metro se está cayendo; esa es la contradicción. Te montás al metro y no hay una sola seña de malestar en ninguna estación, tenés que estar con las buenas costumbres, con toda la urbanidad de Carreño para montarte a un tren...

¿La atmósfera de las obras de La Mosca Negra, los rojos, los azules, la densidad, la oscuridad, reflejan la atmósfera interna de los personajes?
De alguna manera, sí, pero también las obras están inscritas en lo nocturno. A mí me parece que esta ciudad es muy masculina, porque es una ciudad diurna, es como si fuera la ciudad del sol del mediodía, ese sol que no te deja pensar, reflexionar, sentir, sino que estás muerta del calor, sudando, ese sol que está como incitando a la ira y a la guerra. Yo siento que mis textos, cuando los escribo, son textos nocturnos, así los escriba a las tres de la tarde, pero es un texto que tiene que ver con las cavernas del cuerpo, desde allí es de donde surgen para poderse instalar en el escenario. Y en el escenario me interesa que se pueda escuchar el texto en esa oscuridad que también es húmeda, que es femenina. Por eso ese tono, ese ámbar o es ese azul, pero cálido... ahora en el montaje de “Cindy” yo les digo a los actores, para que sepan dónde estamos instalados, que estamos o en el amanecer o en el principio de la noche, cuando hay como una humedad en el clima, por eso en las obras hay como una frescura. Entonces, las obras mías, siempre están inscritas en lo nocturno, pero no necesariamente en la noche, sino en lo nocturno del ser.

¿Es posible -y además, adecuado- hablar de un teatro femenino -ya no feminista-?
Supongo que hay unas obras que tienen unas sensibilidades o unas coloraturas femeninas, pero no necesariamente una obra femenina la construye una mujer. Porque si vamos a eso, las obras de Freidel tenían una sensibilidad que podía ser muy femenina y los personajes femeninos de él son preciosos, todo lo que hizo Freidel es precioso... con respecto a mi obra, no soy yo quien sabría decirte si mi obra se construye o se lee femenina, sino que yo la construyo desde eso que yo amo, que me duele, y es posible que otras personas se identifiquen y eso se convierta en un tono femenino. No creería que hubiesen unas estructuras para montar una obra femenina, quizás sea en el color, en la atmósfera o en la pulsación o la intensidad del actor, pero eso no necesariamente lo construimos las mujeres.

¿Qué habría que leer y ver en Medellín para tener una idea de cuáles y cómo son las mujeres que nos están mostrando en la escena?
Pienso que hay mucha gente que está haciendo muchas cosas y que hay que ver todo. No solamente teatro, también hay que alimentarnos de pintura, de la plástica, de la música, de la danza. No sé si me salga del tema, pero, por ejemplo, en estos días que estuve en EAFIT me entregaron un librito de una exposición de una chica que se llama Evelin Velásquez y es una belleza y es súper teatral; habría que verla a ella. Y también hay que ver a las mujeres de la danza que están haciendo cosas importantísimas y preciosas, hay que ver a toda la gente joven que está haciendo teatro, porque en ese teatro y en esas sedes nuevas, vos vas y ves cosas que te llenan. Entonces no diría nada específico, sino que hay que ver. Hay que tratar de no ir a la fija a ver un grupo porque es ese grupo, no; yo voy y me meto aquí al lado, entro y me encuentro una sorpresa. Porque lo femenino tampoco es exclusivo de una forma de hacer; está en cualquier parte, y en cualquier lugar te vas a encontrar con una poética que te va a sorprender o que te va a recordar tu parte femenina. Pero a mí me encanta siempre proponerle a las personas que vean lo de la gente joven. Jorge Vásquez tiene una "Medea" que es preciosa, entonces hay que ir a ver su propuesta porque también está lo femenino en él. O Astrid Ramírez, la bailarina, que montó una obra, que ganó beca, llamada "Devenir bebé" y es sobre la maternidad. Para escuchar y comprender el teatro no sólo hay que ir a teatro.




No hay comentarios:

Publicar un comentario