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Victoria Valencia en Rubiela Roja. Foto tomada del Facebook de Elemental Teatro |
Este es un diálogo con Victoria
Valencia, escritora, actriz, directora, fundadora de La Mosca Negra,
una mujer disciplinada, consagrada y persistente.
Primero, ella habla de ella
"Victoria Valencia empezó a hacer
teatro hace como 30 años ya, con el Pequeño Teatro de Medellín,
aunque antes comencé con la Universidad de Medellín, porque allá
estudié derecho. Posteriormente estuve en Bogotá, volví a Medellín
y fundé el grupo La Mosca Negra, que es con el que he estado
trabajando los últimos 12 años.
Ahora estamos trabajando en “Cindy la
niña que se perdió la próxima salida del sol”, una obra que
relata hechos reales, pero están enmarcados en una ficción y una
poética muy propia de nosotros.
La Mosca Negra ha montado siete obras,
todas de mi autoría. Hay dos obras que han ganado beca: “Alcaparras,
acotaciones de Estanislao en el estuario” ganó beca de dramaturgia
en Medellín en el 2011 y el año pasado ganó beca de creación del
Ministerio. Y Pernicia Niquitao ganó beca de creación del
municipio de Medellín, apoyo de Iberescena. Todas estas obras tienen
unos comunes denominadores, tratan hechos de violencia o de exclusión
en las personas que son más frágiles en la sociedad..."
¿En esa categoría de personas más
frágiles en la sociedad están incluidas las mujeres?
Pues, sí. Nosotras no somos frágiles
como tal pero sí estamos en el rango de las frágiles porque somos a
las que más nos han aporreado, a las que más nos han vejado, a las
que más nos han negado nuestros derechos, entonces hemos tenido que
hacer una lucha frontal contra todo esto. Y aunado eso a la guerra, a
que somos las que tenemos que salir a buscar los cuerpos de nuestros
hijos y que tenemos que salir a pelear por los falsos positivos. De
alguna manera somos seres frágiles frente a la guerra, frente al
poder militar, al poder del estado. Estamos en un renglón del
espectro donde no nos quieren ver.
¿Además de frágiles,
invisibilizadas?
Exacto. Yo pienso que la fragilidad
viene de estar invisibilizadas. Al no vernos, nos volvemos frágiles,
frente a los derechos, frente a las oportunidades, entonces es eso,
la lucha que nosotros hacemos casi siempre es subterránea.
¿Hay teatro feminista en Medellín?
Yo el término feminista no lo logro
entender bien. Una cosa es lo que se supone que puede ser lo
feminista: la defensa de la vida, la defensa de los derechos. Y otra
cosa es como lo quieren ver y como nos lo hacen ver: de una forma
peyorativa, como si ser feminista fuera un pecado, una maldición una
cosa horrible. Entonces no sabría si una obra que pretende defender
la vida se pueda catalogar de feminista, pero habría que
significarla bien y no ese significado que le quiere dar la sociedad,
precisamente para denigrar, volvernos más frágiles y pisotearnos
más. Pero me supongo que la persona que está protegiendo la vida y
que espera que los derechos sean para todos iguales, pues seguramente
tiene alguna connotación de feminismo, entonces en ese sentido,
demás que mi teatro también tendría que ser feminista porque para
mí lo más importante es la vida.
Hablaste de la violencia como un eje
que atraviesa las obras de La Mosca Negra y a propósito, ¿hay unos
específicos tópicos para hablar de la mujer en tu teatro?
Lo que intento siempre es que los
cuerpos -femeninos y masculinos- reflejen la agonía de la ciudad.
Todas mis obras hablan de la violencia de la ciudad y ella es un
personaje principal. Y la ciudad a veces es femenina y a veces es
masculina; a veces es un macho arrogante que no tiene ternura. Yo
puntualizo en cosas muy específicas: la violencia y el cuerpo de la
ciudad transmitido al cuerpo del actor o de la actriz. Con ese cuerpo
en agonía se instala el texto, que está previamente escrito.
Entonces la tarea del actor o de la actriz es encontrar la forma de
simbolizar la ciudad que ellos viven, que nosotros vivimos y cómo
nos duele. A veces pasa que un actor no 'da pie con bola', no puede,
porque no todos tenemos la posibilidad todavía de tener una
conciencia o una percepción, o la tiene pero no la sabe referenciar
sobre el escenario. Pero eso para mí es lo más importante: el
cuerpo dentro del escenario generando una ruta simbólica en la que
se cumple el destino de cada personaje.
¿Has trabajado temas como la
maternidad, el aborto, la violencia contra el cuerpo de la mujer? Es
decir, temas que atañen directamente a la mujer...
Todavía en mis obras no he tocado ni
la maternidad ni el aborto, porque yo todavía estoy obsesionada con
la violencia. Entonces todavía no han aparecido madres. Casi siempre
está la mujer sola con sus fantasmas, con su agonía, tratando de
resolver o de indagar en ellas mismas, pero casi nunca hablo de
relaciones de pareja, por ejemplo. En mis obras, el amor es el amor a
la ciudad, la ciudad es la protagonista, entonces todavía no he
traspasado esa frontera, que espero traspasar con la última obra que
estoy escribiendo, para llegar como a otro paisaje. Mi universo
todavía le debe homenajes a las personas que están sometidas a la
guerra, violentadas, desaparecidas. Entonces ahora que me lo estás
haciendo pensar, son casi siempre mujeres y casi siempre están
solas.
¿Cuáles son los estereotipos de la
mujer que habita esa ciudad que está en tu obra?
Digamos que al tratar los cuerpos de la
agonía, trato de evitar los estereotipos. Lo que estoy buscando
siempre en mi obra es el alma de las personas entonces casi nunca me
pego de lo que hay afuera. Obviamente se visten los personajes, pero
con una estética de la desolación, porque son personas aporreadas
por la sociedad, aporreadas por la ciudad. Entonces lo que a mí me
interesa más es que a través del texto, de la dramaturgia escrita y
de la dramaturgia corporal, ellas descifren el interior de cada ser.
No acostumbro, por ejemplo, que si vamos a hablar de unas mujeres que
trabajen en la calle, entonces se vistan de determinada manera, que
inmediatamente se identifiquen. Pero la idea es que siempre a través
del lenguaje, de la palabra, ellas puedan hablar desde el alma, de lo
que son, de la inmensidad que tienen en el corazón y no que se
queden en las frases externas o estereotipadas que las significan
inmediatamente. Siempre trato de que la poética del alma sea la que
las descifre y de esa manera, también el estereotipo se quiebra.
¿Cuál es la ciudad que le ha
tocado vivir a Victoria que la lleva de esta manera a la escena?
Mi ciudad, Medellín, que para mí es
un dolor, es una agonía, es desgarradora. Obviamente amo a mi
ciudad, pero me duele más de lo que la amo. Es un dolor infinito ver
lo que está sucediendo, lo que sucede con las mujeres y con las
niñas, ver lo que está pasando y que finalmente parece que no le
importa a nadie, quizás a algunas políticas que son de palabra y
para conseguir votos y popularidad, pero las cosas siguen pasando. Me
duele ese deterioro alrededor, encima y debajo del metro, el metro
supremamente bien cuidado, no tiene un rayón, esa cultura del metro
le duele a Victoria Valencia, esa cultura tan estricta, tan militar,
tan exigente, tan arrogante, y el pueblo que está al rededor del
metro se está cayendo; esa es la contradicción. Te montás al metro
y no hay una sola seña de malestar en ninguna estación, tenés que
estar con las buenas costumbres, con toda la urbanidad de Carreño
para montarte a un tren...
¿La atmósfera de las obras de La
Mosca Negra, los rojos, los azules, la densidad, la oscuridad,
reflejan la atmósfera interna de los personajes?
De alguna manera, sí, pero también
las obras están inscritas en lo nocturno. A mí me parece que esta
ciudad es muy masculina, porque es una ciudad diurna, es como si
fuera la ciudad del sol del mediodía, ese sol que no te deja pensar,
reflexionar, sentir, sino que estás muerta del calor, sudando, ese
sol que está como incitando a la ira y a la guerra. Yo siento que
mis textos, cuando los escribo, son textos nocturnos, así los
escriba a las tres de la tarde, pero es un texto que tiene que ver
con las cavernas del cuerpo, desde allí es de donde surgen para
poderse instalar en el escenario. Y en el escenario me interesa que
se pueda escuchar el texto en esa oscuridad que también es húmeda,
que es femenina. Por eso ese tono, ese ámbar o es ese azul, pero
cálido... ahora en el montaje de “Cindy” yo les digo a los
actores, para que sepan dónde estamos instalados, que estamos o en
el amanecer o en el principio de la noche, cuando hay como una
humedad en el clima, por eso en las obras hay como una frescura.
Entonces, las obras mías, siempre están inscritas en lo nocturno,
pero no necesariamente en la noche, sino en lo nocturno del ser.
¿Es posible -y además, adecuado-
hablar de un teatro femenino -ya no feminista-?
Supongo que hay unas obras que tienen
unas sensibilidades o unas coloraturas femeninas, pero no
necesariamente una obra femenina la construye una mujer. Porque si
vamos a eso, las obras de Freidel tenían una sensibilidad que podía
ser muy femenina y los personajes femeninos de él son preciosos,
todo lo que hizo Freidel es precioso... con respecto a mi obra, no
soy yo quien sabría decirte si mi obra se construye o se lee
femenina, sino que yo la construyo desde eso que yo amo, que me
duele, y es posible que otras personas se identifiquen y eso se
convierta en un tono femenino. No creería que hubiesen unas
estructuras para montar una obra femenina, quizás sea en el color,
en la atmósfera o en la pulsación o la intensidad del actor, pero
eso no necesariamente lo construimos las mujeres.
¿Qué habría que leer y ver en
Medellín para tener una idea de cuáles y cómo son las mujeres que
nos están mostrando en la escena?
Pienso que hay mucha gente que está
haciendo muchas cosas y que hay que ver todo. No solamente teatro,
también hay que alimentarnos de pintura, de la plástica, de la
música, de la danza. No sé si me salga del tema, pero, por ejemplo,
en estos días que estuve en EAFIT me entregaron un librito de una
exposición de una chica que se llama Evelin Velásquez y es una
belleza y es súper teatral; habría que verla a ella. Y también hay
que ver a las mujeres de la danza que están haciendo cosas
importantísimas y preciosas, hay que ver a toda la gente joven que
está haciendo teatro, porque en ese teatro y en esas sedes nuevas,
vos vas y ves cosas que te llenan. Entonces no diría nada
específico, sino que hay que ver. Hay que tratar de no ir a la fija
a ver un grupo porque es ese grupo, no; yo voy y me meto aquí al
lado, entro y me encuentro una sorpresa. Porque lo femenino tampoco
es exclusivo de una forma de hacer; está en cualquier parte, y en
cualquier lugar te vas a encontrar con una poética que te va a
sorprender o que te va a recordar tu parte femenina. Pero a mí me
encanta siempre proponerle a las personas que vean lo de la gente
joven. Jorge Vásquez tiene una "Medea" que es preciosa, entonces hay
que ir a ver su propuesta porque también está lo femenino en él. O
Astrid Ramírez, la bailarina, que montó una obra, que ganó beca,
llamada "Devenir bebé" y es sobre la maternidad. Para escuchar y
comprender el teatro no sólo hay que ir a teatro.
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