miércoles, 2 de abril de 2014

En donde existe la sociedad humana, el Espíritu incontrolable de la escenificación se manifiesta

Bajo los árboles, en las pequeñas aldeas y sobre los escenarios altamente tecnológicos de las metrópolis globales; en los salones de las escuelas, en los campos y en los templos; en los barrios pobres, en las plazas urbanas, en los centros comunitarios y en los sótanos de los barrios marginales, la gente se reúne para comulgar con mundos teatrales efímeros que nosotros creamos para expresar nuestra complejidad humana, nuestra diversidad, nuestra vulnerabilidad; en carne viva, en respiración y en voz.

Nos reunimos para llorar y recordar, para reír y contemplar, para aprender, reafirmarnos e imaginar. Para maravillarnos de la destreza técnica, y para encarnar dioses. Para contener colectivamente la respiración debido a nuestra capacidad para la belleza, la compasión y la monstruosidad. Venimos para energizarnos y empoderarnos. Para celebrar la riqueza de nuestras diferentes culturas y para disolver las fronteras que nos dividen.

En donde existe la sociedad humana, el Espíritu incontrolable de la escenificación se manifiesta.

Nacido de la comunidad, porta las máscaras y los vestuarios de nuestras variadas tradiciones. Utiliza el poder de nuestras lenguas, nuestros ritmos, nuestros gestos, y borra el espacio entre nosotros.

Y nosotros, los artistas que trabajamos con este antiguo espíritu, nos sentimos obligados a canalizarlo a través de nuestros corazones, nuestras ideas y nuestros cuerpos para revelar nuestras realidades en toda su mundanidad y reluciente misterio.

Pero, en esta época en la que tantos millones de personas están luchando por sobrevivir, están sufriendo bajo regímenes opresivos y de un capitalismo depredador, huyendo de conflictos y dificultades.

En esta época en la que nuestra privacidad es invadida por los servicios secretos y nuestras palabras censuradas por gobiernos intrusivos; en la que los bosques están siendo aniquilados, las especies exterminadas y los océanos envenenados: En esta época ¿qué es lo que nosotros nos sentimos obligados a revelar?

En este mundo de poder inequitativo, en el que los órdenes hegemónicos tratan de convencernos de que una nación, una raza, un género, una preferencia sexual, una religión, una ideología, un marco cultural es superior a todos los demás ¿Es justificable insistir en la idea de que las artes deben ser libres de cualquier poder hegemónico y de sus intereses ocultos?

¿Estamos nosotros, los artistas de las arenas y los escenarios, conformándonos con las estériles demandas del mercado, o asumiendo ese poder que tenemos: el poder de despejar los corazones y las mentes de la sociedad, de congregar a la gente a nuestro alrededor, de inspirar, encantar e informar y de crear un mundo de esperanza y de corazón abierto a la colaboración?”.

Brett Bailey. Discurso para el Día Mundial del Teatro 2014






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