Nos reunimos para llorar y recordar,
para reír y contemplar, para aprender, reafirmarnos e imaginar. Para
maravillarnos de la destreza técnica, y para encarnar dioses. Para
contener colectivamente la respiración debido a nuestra capacidad
para la belleza, la compasión y la monstruosidad. Venimos para
energizarnos y empoderarnos. Para celebrar la riqueza de nuestras
diferentes culturas y para disolver las fronteras que nos dividen.
En donde existe la sociedad humana, el
Espíritu incontrolable de la escenificación se manifiesta.
Nacido de la comunidad, porta las
máscaras y los vestuarios de nuestras variadas tradiciones. Utiliza
el poder de nuestras lenguas, nuestros ritmos, nuestros gestos, y
borra el espacio entre nosotros.
Y nosotros, los artistas que trabajamos
con este antiguo espíritu, nos sentimos obligados a canalizarlo a
través de nuestros corazones, nuestras ideas y nuestros cuerpos para
revelar nuestras realidades en toda su mundanidad y reluciente
misterio.
Pero, en esta época en la que tantos
millones de personas están luchando por sobrevivir, están sufriendo
bajo regímenes opresivos y de un capitalismo depredador, huyendo de
conflictos y dificultades.
En esta época en la que nuestra
privacidad es invadida por los servicios secretos y nuestras palabras
censuradas por gobiernos intrusivos; en la que los bosques están
siendo aniquilados, las especies exterminadas y los océanos
envenenados: En esta época ¿qué es lo que nosotros nos sentimos
obligados a revelar?
En este mundo de poder inequitativo, en
el que los órdenes hegemónicos tratan de convencernos de que una
nación, una raza, un género, una preferencia sexual, una religión,
una ideología, un marco cultural es superior a todos los demás ¿Es
justificable insistir en la idea de que las artes deben ser libres de
cualquier poder hegemónico y de sus intereses ocultos?
¿Estamos nosotros, los artistas de las
arenas y los escenarios, conformándonos con las estériles demandas
del mercado, o asumiendo ese poder que tenemos: el poder de despejar
los corazones y las mentes de la sociedad, de congregar a la gente a
nuestro alrededor, de inspirar, encantar e informar y de crear un
mundo de esperanza y de corazón abierto a la colaboración?”.
Brett Bailey. Discurso para el Día Mundial del Teatro 2014
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